Periódico ilustrado
de la restauración

29 de octubre 2004 - n°62 -

 

 

Karrek Ven y su forro

Ya pasó el tiempo de las cuadernas, ahora es la estación del forro. Cada día nacen tablas nuevas.

Forramos con alegría y entusiasmo

¡Acabada la cinta!
Karrek Ven ya está sólidamente forrado bajo el trancanil (la cubierta). Las tres gruesas tablas del alefriz (por encima de la quilla) también están colocadas. Ya sólo queda forrar entre estas dos extremidades. Y estamos bastante avanzados.
Vemos la primera tabla del forro en la proa, bajo la cinta. Llega hasta la mitad del barco. Un tercio del casco está ya forrado.

Esta foto ha sido sacada del tomo 1 del Ar Vag sobre los atuneros (ediciones des 4 Seigneurs, Grenoble 1978). Ilustra lo que decíamos sobre la cantidad de gente necesaria para este tipo de obra. Se ven dos grupos de unos diez aprendices-ayudantes que ponen vertical una cuaderna sostenida por un hombre.
Otros carpinteros y obreros ayudan a colocarla. Este barco tiene más o menos el tamaño del Karrek Ven. Nótense los andamios: rampas o simples tablas. Aquí también todos llevan la cabeza cubierta, pero el casco no ha aparecido aún.

Un casco de madera es un conjunto de tablas y vigas. ¡Hay tres direcciones diferentes en esta popa!
El palmejal interior, abajo y atrás, es paralelo al forro. No es un cálculo, sino que tanto para colocar el palmejal como para colocar el forro, se busca poco a poco la pendiente más natural y se aplica la tabla (con una regla de madera que la representa sobre las cuadernas, intentando torcerla lo menos posible). Entre menos tensión, torsión o flexión sobre las tablas, mayor será la solidez. Esto no se puede hacer en todas partes. Allí interviene la estufa que permite a las tablas conservar y mantener la forma que el casco les impone (como aquí la cinta de la parte trasera).

Wilson preparando una tabla. La operación consiste en llevar, sobre una regla, las dimensiones de la tabla nueva. Esto necesita mucho cuidado al tomar las medidas para que las tablas estén bien ajustadas unas a otras. Ya hablaremos de esto...

Más clavos...

Cesar le pone ganas, utilizando el botador para empujar el clavo a fondo. Clavar no es jugar. En esta madera dura, los clavos no entran fácilmente. Si el clavo no entra bien se tuerce por los martillazos, aunque estén bien dados. Y si el clavo entra con demasiada facilidad, no mantendrá bien la tabla. La diferencia entre demasiado fácil y demasiado difícil es de unos décimos de milímetro. Además estos clavos tienen ranuras en su primera parte para que no puedan volver a salir. ¡Su diámetro es allí un poco más grande que en la parte lisa cerca de la cabeza! Para que entren hay que perforar con el diámetro adecuado, sin que el clavo esté suelto. A largo plazo, con la presión de las olas y al retraerse la madera, el forro podría tener algo de juego.
Un problema que hemos resuelto después de muchos intentos:
-Con una mecha ancha escarbamos el alojamiento de la cabeza del clavo.
-Con una mecha de 6mm (el clavo tiene _ de pulgada, o sea 6.3mm) atravesamos la tabla y la primera mitad del clavo en la cuaderna. El clavo estará entonces demasiado adentrado en la madera para torcerse al llegar al final de su hueco.
-Una mecha de 3/16- un poco menos de 5mm-para la segunda mitad de la cuaderna.
El clavo se unta de sebo. El que mete los clavos tiene que golpear tanto con la cabeza que con el brazo: tiene que estar atento al movimiento del clavo para que este no se tuerza.
En general se utilizan gruesos clavos rectangulares, pero nosotros hemos preferido los clavos de bronce porque resisten mejor al óxido.

La situación

La novena carga de madera ya llegó: 5 tablas gruesas y largas que nos faltaban para el alefriz y una buena carga de madera blanca semidura (más de 7 metros cúbicos) para la cubierta, el trancanil y el suelo interior.
Una décima carga está preparándose para el forro.

La vida sigue en el astillero.
La perra que guarda el Karrek Ven parió en la carpintería entre las viejas cuadernas. Ella los amamanta, pero es su hija mayor la que se encarga de ellos, nodriza atenta que acude al mínimo quejido de los cachorros.

Preguntábamos la semana pasada si dejaríamos que la curva roja rebase los 100 000 euros antes que la curva verde rebase los 80 000 euros. Pues no. Una donación de 1720 euros salvó el honor de la verde.
Claro, la diferencia sigue siendo grande (20 000 euros), y las octava y novena cargas de madera aún no han sido pagadas. Además falta la estopa y el equipo de la reconstrucción está pidiendo sus aguinaldos de fin de año... pero no perdamos la esperanza.
Las donaciones generosas, los prestamos y la paciencia de los que todavía no han sido pagados han permitido que la restauración llegue hasta este punto.
La buena suerte que ha permitido todo esto no se puede acabar ahora. Las donaciones van a llegar y algún mecenas o sponsor permitirán que la llevemos hasta el final. Hay que seguir buscando y es lo que estamos haciendo.

Hemos simplificado y mejorado el proceso para realizar donaciones. Haga click aquí.


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